lunes, 22 de junio de 2009

EL CINE DE MAKING TIME

Nuestros cineastas favoritos: hoy, PETER WEIR.
La emisión en la televisión pública el pasado fin de semana de la exitosa película Único Testigo ha supuesto una de estas coincidencias cósmicas que cada cierto tiempo nos acontece, ya que llevaba bastante tiempo tiempo reflexionando sobre este la obra y milagros de este cineasta australiano, y la necesidad que merecen ciertas figuras en ser reconocidas y elogiadas; estamos ante uno de los genios más grandes que ha dado el cine en los últimos cuarenta años pero no es uno de esos nombres recurrentes, uno de esos directores-estrella que venden productos a veces infumables sólo por tener su nombre detrás.
Peter Weir (1944) es un director de una sensibilidad muy especial, artesano de planos y encuadres estudiadísimos, y en los que muchas veces se puede percibir un ambiente etéreo, casi sobrenatural, un ambiente que se puede percibir poco a poco, va calando como una fina lluvia, y que se limita a uno de los dos mundos que presenta Weir en sus películas frente a otro mundo terriblemente real.
En su excelente filmografía he detectado una constante en relación a esos dos mundos: su existencia es cercana pero contrapuesta, desconocidos el uno para el otro, pero que entran en colisión y conflicto cuando habitantes de uno de esos mundos penetran en el otro. Ésto está presente en una de sus primeras películas, la excelente Picnic en Hanging Rock (1975), cuando unas jóvenes de una recta escuela femenina australiana desaparecen en un paraje con connotaciones sobrenaturales, bañado del misticismo de los pobladores aborígenes de la isla, o en Gallipoli (1981), la historia de los soldados australianos desplazados para combatir en la terrible Turquía de la I Guerra Mundial, o en El Año Que Vivimos Peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1982), donde los periodistas occidentales chocan con el mundo y la forma de vida asiática.
También en la citada Único Testigo (Witness, 1985), en la que el policía encarnado por Harrison Ford tiene que refugiarse en el mundo de los Amish y aprender sus formas de vida, actor que repite en la dura historia de La Costa de los Mosquitos (The Mosquito Coast, 1986), una de las películas de Weir más obsesivas y opresivas, el descenso al infierno personal de los protagonistas, occidentales sumergidos en lo profundo de la selva de Centroamérica en busca de un ideal. Más fácil de llevar es la narración en El Club de los Poetas Muertos (Dead Poets Society, 1989), la liberadora irrupción de un profesor fuera de lo común en un estricto ambiente académico, pero aún más interesante, la plasmación del mundo juvenil de nuevo con ese aura irreal, etéreo.
Sus constantes se pueden seguir apreciando en sus películas de los 90, pero son obras no tan inspiradas como las que entregó en su gloriosa década de los 80. Matrimonio de Conveniencia (Green Card, 1990) y Sin Miedo a la Vida (Fearless, 1993), que sin embargo, nos siguen entregando algunos momentos casi poéticos. Luego llegó el éxito comercial de El Show de Truman (The Truman Show, 1998), donde un mundo dentro de otro mundo y el salto de un personaje del uno al otro es una gran metáfora de toda su filmografía. Más acertada, y uno de los pocos clásicos de verdad que el cine nos ha entregado desde hace mucho, es Master and Commander (2003), su última película hasta el momento, en la que la disciplina naval y militar y la vida marinera entra en conflicto con los imparables avances tanto científicos (el doctor del HMS Surprise) como tecnológicos (el navío francés) de un mundo cambiante.
Penetrar y dejarse embriagar por la propuesta visual y el ritmo de las películas de Peter Weir, siempre bendecido por contar con los mejores actores del momento, y cuyas historias muchas veces van acompañadas por la extraña y evocadora música de Maurice Jarre, es como escuchar un buen disco de folk psicodélico, donde se auna tradición, lisergia, experimentación y ambientes etéreos... Además, otro motivo para reclamar a Peter Weir como uno de nuestros héroes son sus impecables pintas de inicios de los 70, un joven beatnik que podría aspirar a unirse a un grupo, como no, de folk psicodélico...
by David

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya!! Hace un par de semanas vi por primera vez Master and Commader, buena peli. Y ahora me han entrado ganas de ver Picnic en Hanging Rock, pinta bien!! ¿Será posible?

A.N.R.R.

Fanzine Making Time dijo...

Haremos lo posible, buscaremos por la red..! Y si alguien la tiene, sería un detalle hacérnosla llegar!

1966 dijo...

No somos muy fans de Mr. Weir, pero leyendo "Conversaciones con Woody Allen" de Eric Lax hay una anécdota. Woody tenía problemas para titular su película de 1989. Pero como ningún título podía ser peor que "La sociedad de los poetas muertos", se relajó y entonces la película se llamó "Crimes and Misdemeanors."

More films! More music! Saludos desde el León mejicano.

Anónimo dijo...

Qué fotacas. A mí me encanta este director, joder, si todas las películas que dirijió deberían ser de culto.

Fanzine Making Time dijo...

Dentro de su indudable éxito, un personalísimo director, sin las majaderías con las que nos castigan el cine independiente habitualmente!
Y "El Club de los Poetas Muertos" no me parece tan mal título...