En primer lugar, por supuesto, es de agradecer una biografía en castellano de una de los mejores grupos de música popular del siglo XX, tan necesitado como ha estado tradicionalmente nuestro mercado bibliográfico de este tipo de obras. Así que bravo por la labor de su autor, Guillermo Soler, que ha elaborado una sucinta historia del grupo y su obra, apropiada para no iniciados y para aquellos que estén descubriendo tan magno legado discográfico.
Y sucinta porque la cosa se resuelve en 150 páginas, y no todas dedicadas a la trayectoria del grupo entre 1965 y 1973, los años donde se concentra su discografía esencial. De hecho todo ese trayecto lo vemos en 56 páginas, con lo que quedan fuera retratos más profundos de la personalidad de cada Byrd y sobre todo detalles de giras (me quedé con ganas de más sobre sus visitas al Swinging London), relaciones con otros grupos (seguro que hay muchas, muchas historias) y narraciones más abundantes sobre la grabación de sus discos, aunque sean aburridos (para mí no lo son) detalles técnicos y del trabajo de composición y grabación.
El tono general de la obra es de admiración hacia una buena parte del legado del grupo, sobre todo sus discos iniciales hasta que, salvo McGuinn, abandona el último Byrd fundador. Luego se pueden encontrar cosas verdaderamente interesantes fuera del ámbito estrictamente de los Byrds. Es decir, caemos en una serie de lugares comunes que la historia del rock ha intentado imponer sobre los Byrds: Roger McGuinn malgasta energías y mancha el legado del grupo manteniendolo vivo con miembros "de segunda", Gram Parsons va dejando muestras de su genio y de saber aprovechar lo iniciado por otros en su carrera post-Sweetheart Of The Rodeo (1968), el disco de reunión de 1973 es lo más flojo de la carrera del grupo (bueno, eso es cierto)...
Sé que voy contra cuarenta años de mitología del rock, pero pienso que se ha glorificado excesivamente la imagen de Gram Parsons. Y aún más si defiendo con fervor el derecho de McGuinn a mantener vivo al grupo y a facturar dignísimos discos, aún más, de lo mejor que podemos encontrar en el género del country rock. Distintos, con espacio para cierta heterogeneidad, con un sonido excelente y ejecutados por músicos soberbios a los que Roger McGuinn cede un gran espacio para expresarse e incluso para ser protagonistas. Algunos lo califican de desidia; para mi es generosidad y reconocer el talento cuando éste es evidente.
No quería dejar de señalar la desidia puesta por Milenio en la edición del libro arruinando buena parte del trabajo del autor. El libro está plagado de errores ortográficos y de redacción. El corrector de la editorial debía de estar de vacaciones cuando el libro entró en imprenta. Seguro que no cometen esos errores con una biografía sobre Sabina o algo por el estilo.
David