Jeff Tweedy, de Wilco, en su actuación del día 23 en Tenerife (foto perteneciente al periódico local La Opinión)
Honestamente, quizá no sea el más indicado para escribir unas palabras sobre la actuación del sexteto norteamericano el pasado sábado en el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife, ya que apenas conozco la discografía y la música de este grupo. Sé de otros asistentes que de sobra conocen y siguen las andanzas de esta banda de rock, y de muchas otras cosas. Pero allí estuve el sábado para conocer mejor su música y atraido, sobre todo, por la tremenda fama que disfruta el grupo en determinados círculos.
Una fama justamente merecida, he de decir, tras lo vivido en una sala del Auditorio donde un excepcional sonido estuvo a la altura de lo ofrecido por Wilco, un set de dos horas de duración (incluidos dos bises) con ejemplos del abanico de estilos e influencias que domina el grupo (aunque quizá poca presencia de sus propuestas más country rock). Momentos de descargas sonoras de gran intensidad se sucedieron desde el principio de la actuación siempre arropados por una afición entregada que ovacionaba los principios de los temas más esperados, fragmentos de especial intensidad (con especial querencia de la audiencia a aquellos en los que la distorsión y el ruido reinaban, los Wilco más psicodélicos y experimentales, frente a los más intimistas y melódicos; así somos aquí!) y finales de canciones.
Una fama justamente merecida, he de decir, tras lo vivido en una sala del Auditorio donde un excepcional sonido estuvo a la altura de lo ofrecido por Wilco, un set de dos horas de duración (incluidos dos bises) con ejemplos del abanico de estilos e influencias que domina el grupo (aunque quizá poca presencia de sus propuestas más country rock). Momentos de descargas sonoras de gran intensidad se sucedieron desde el principio de la actuación siempre arropados por una afición entregada que ovacionaba los principios de los temas más esperados, fragmentos de especial intensidad (con especial querencia de la audiencia a aquellos en los que la distorsión y el ruido reinaban, los Wilco más psicodélicos y experimentales, frente a los más intimistas y melódicos; así somos aquí!) y finales de canciones.
He de decir que los seis miembros del grupo me parecieron unos virtuosos, unos músicos increibles capaces de entregar un directo vital pero en ningún momento deslabazado; reinaba el control y la precisión, se notan las horas de ensayo. Especiales fueron los momentos en los que un muro sónico y guitarrero se alzaba ante nosotros cuando en el escenario coincidían los tres guitarristas del grupo, y también cuando las canciones se beneficiaban de unas melodías a tres voces. A veces parecía que vivíamos momentos de ensoñación gracias a la iluminación del escenario, cuyo fondo adquiría un color único dejando las figuras de los músicos como siluetas en negro.
Los más fans del grupo seguro que se emocionaron; aquellos que lo son y que no vivieron el concierto seguro que así lo hubiesen hecho, como Luis de Benito y sus Islas de Robinson. Tengo la sensación de que fue un concierto único, de esos que marcan un momento en la historia personal de muchos de los asistentes; si los más jóvenes del lugar que vieron a Wilco en este 2009 sufren, gracias al concierto, unas desesperadas ansias por coger una guitarra y crear música en lugar de hacerlo con una computadora, es un logro atribuible a momentos como éste. Una música y unas vivencias que sólo un género como el rock y una banda como Wilco puede ofrecer.
by David